En el reino de Hades

Se murió Uslar Pietri y ni lo mencionó. A Adriano González León como si no hubiese sabido quién era. A Juan Liscano ni se diga (de ese sí como que no tenía ni idea). A Aldemaro Romero lo ignoró por completo. Jesús Soto le habrá parecido demasiado burgués. Luis Herrera demasiado representante de la Cuarta República. Jesús Sanoja Hernández un maniático de los hechos. Carlos Olivier, demasiada y muy competitiva popularidad. Jorge Olavarría un traidor. Se han muerto actores, intelectuales y políticos. Escritores, deportistas, economistas y empresarios. Comediantes y periodistas. Se mueren cien cada semana por la delincuencia. Se han muerto 9 mil cada año. Pero ninguna de esas muertes han valido una sola palabra presidencial. Cualquiera diría que nuestro presidente no guarda misericordia ni con los muertos. Pero la muerte de Raúl Reyes (que además pareciera haber propiciado con su impertinente y eufórica llamada), en cambio, le valió lamentos y un minuto de silencio. Si hay un mundo de muertos en efecto, también allá el comandante acumula cuentas pendientes.