"Mierda, mierda mil veces, mierda como South Park", dice mi amigo, el tremendo Rufi.
El tema no es nuevo en boca del presidente Chávez. Recordarán ustedes la odisea que contó hará cosa de un mes cuando el bajo vientre empezó a jugarle una mala pasada en medio de algún acto público, entre periodistas, camarógrafos, aduladores, perros rabiosos y burócratas de ocasión. No mencionó la palabra en cuestión pero todos sabemos que se estaba cagando y cuando los intestinos obligan, no hay majestad presidencial que pueda oponerse.
Hoy, mientras en Miami se desarrolla el juicio a Franklin Durán por el caso de la maleta de los 800 mil dólares, y del que está saliendo a relucir todo el estiercolero de la corrupción boliburguesa -y del que les contaré mañana, ya que he ido un par de veces a la corte-, nuestro cruzado rojo retomó el tema excremental (¿estará bien dicho eso?) y con la floritura con la que suele adornar sus palabras (sobre todo cuando está enojado, pues ni siquiera cuando la urgencia por alivianar el cuerpo lo puso a correr, repitió tantas veces la palabra "mierda"), anunció la expulsión de Venezuela del embajador gringo.
(No creo que sea necesario abundar demasiado sobre la gravedad que supone la expulsión del embajador de Estados Unidos. Tal parece que la revolución, su profeta mayor y sus heraldos han decidido tomar una dirección más radical y confrontacional, seguramente movidos por la necesidad de crear un muro de contención contra toda la mierda -y aquí la palabra sí es perfectamente apropiada- que está saliendo del juicio en Miami y, si se pueden suspender las elecciones regionales, pues tanto mejor. Yo creo que por ahí va el cálculo).
Veamos pues el momento sublime cuando Chávez, una vez más, dedicó su energía a la materia orgánica de la que más le gusta hablar. Saludos niños, tápense los oídos porque Hugo Chávez está bravo con los yanquis y lo que viene está, literalmente, lleno de mierd... ¡Date duro tigre!
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